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Los años de horror en el MINVU

 

"Justice du monde" de Violeta Parra, 1965

Por mí y por todos mis compañeros

Si pienso en los buenos momentos de mi vida profesional, de inmediato recuerdo la gente, los vecinos, los amigos, con los pies en el barro en los campamentos ayudando en las mudanzas, las risas en Boca Sur, los recorridos por todo Biobío, La Araucanía y la Metropolitana, viviendo junto a las familias la alegría de su nueva casa o los cambios en sus barrios. 

Es que era imposible no hacerse parte de las historias que como periodista construía junto a ellos. Sin duda fueron 15 años de una carrera hermosa, tensa muchas veces, pero llena de momentos que formaron en mí una vocación de servicio y conciencia por el otro.

Sí, las cosas cambiaron en 2018, un vuelco que convertía en realidad el temor ante cada cambio de jefatura pero que hasta entonces no me había tocado vivir. Con cinco periodos presidenciales y una infinidad de autoridades de turno con las que me había tocado trabajar, no imaginé que con la experiencia que ya llevaba a cuesta, me tocaría vivir un periodo del terror en el trabajo que amaba con todo y por el que también di lo mejor de mí.

Cuando en marzo de 2018 asumió el seremi Metropolitano Boris Golppi, llegó con su asesor Javier Acuña, un personaje tremendo, de porte y de carácter. Esas personas que de inmediato te ponen en alerta porque todo en ellos exuda agresividad. Su voz, su mirada, sus palabras soeces y sus pisadas. Las mismas que presumían sus zapatillas Converse en una nota de prensa.  

Este personaje nos hizo la vida a cuadritos, a la gran mayoría de los funcionarios de la seremi, pero en especial a las mujeres que formábamos el equipo de Comunicaciones. Mi calvario comenzó cuando regresé de mi post natal, después de tener a mi segundo hijo. Ya mi embarazo se había transformado en un problema para ellos, así como mis horarios de lactancia, ir a buscar a mi guagua a la sala cuna y un sinfín de detalles que se transformaron en crítica permanente porque simplemente no querían trabajar con nosotras.

Todos nuestros días era escuchar de sus bocas que las mujeres somos un cacho y si eres madre, aún peor. No importaba el esfuerzo o el cuidado en el trabajo, todo lo que hacíamos estaba mal para ellos. A las constantes críticas, gritos y amenazas de despidos, se sumaron las ofensas, el acoso físico y el maltrato psicológico que nos tenían absolutamente amedrentadas y atemorizadas. A esa altura, ir a trabajar se había transformado en una tortura diaria.

Con el paso del tiempo, la desesperación le ganó a la esperanza de que las cosas mejoraran así que decidimos, ya no sé si para bien o para mal, exponer nuestra situación con las pruebas de los malos tratos, al entonces subsecretario de Vivienda, Guillermo Rolando, con el respaldo de las Asociaciones de funcionarios del MINVU. Lo que logramos fue que Javier Acuña renunciara, pero no asumiendo los hechos sino “premiado” por sus contactos políticos y nombrado director de la División de Organizaciones Sociales, organismo dependiente de la Secretaría General de Gobierno. El alivio de no escuchar más sus malos tratos se mezcló con la sensación de impunidad que nos dejó a todos el actuar de las autoridades de gobierno y la rapidez con que se escondió la basura bajo la alfombra.

Con la llegada del nuevo seremi a Minvu Metropolitano, Manuel José Errázuriz, vimos renacer una sensación de seguridad, esperanza y tranquilidad que ya habíamos olvidado pero que duró muy poco. Las jornadas que vinieron para mejorar el clima laboral en toda la institución fueron un bálsamo fugaz y falso porque lo peor estaba por venir.

Poco antes de sobrevenir la pandemia, conocimos a nuestro nuevo jefe de Comunicaciones, Fernando Sánchez, esas personas muy encantadoras al comienzo para que confíes en ellos. La verdad que le creí. Soy bastante intuitiva con las personas y Fernando me dio confianza. No pasó lo mismo con mis compañeras. Tal vez por la experiencia terrible que nos tocó vivir con los otros personajes o porque realmente fueron más observadoras que yo, pero al poco tiempo me di cuenta de que era una persona muy distinta a quien se había mostrado cuando lo conocimos y que esa actitud amable era sólo para ganarse nuestra confianza.

Con la llegada de la pandemia, llegó también el tiempo de trabajar desde la casa. Creo que eso fue lo más terrible porque sin darnos cuenta en el momento, perdimos algo de la protección que teníamos en la oficina. Esa barrera para los malos tratos que te dan los testigos y que con el trabajo remoto ya no existía.

A partir de marzo de 2020 comencé a vivir un verdadero calvario, entre el trabajo desorganizado, ejecutar órdenes confusas y contradictorias, la falta de planificación y manejo de la jefatura, transformó nuestras jornadas laborales en un peso cada día más difícil de llevar y que comenzaron a generar algunos problemas físicos y emocionales dentro del equipo de Comunicaciones.

En mi caso fueron las jaquecas. Ya en abril comencé a sufrir cefaleas tensionales que ningún tratamiento con la neuróloga lograron controlar. Cualquier intento de organizar las cargas de trabajo de manera más saludable, sólo lograban molestar más al jefe que insistía en encargar tareas para las cuales no teníamos ningún recurso ni tecnológico ni logístico para desarrollar. Aun así, con lo que teníamos a mano, con la ayuda de la familia en casa y con nuestros conocimientos, logramos sacar adelante lo requerido en un ambiente laboral que se había vuelto insostenible.

Toda esa tensión diaria, sumada al confinamiento y en mi caso la maternidad con uno de mis enanos que no alcanzaba a tener los dos años, comenzó a gestarse en mí una enfermedad terrible, silenciosa, canalla, que sólo se manifestó cuando comenzaron las ideas suicidas. Morirme no era un pensamiento racional, sino que se presentaba como una salida tentadora a un sentimiento de desesperación antes una situación en la que me encontraba absolutamente atrapada, agotada y sin ninguna esperanza de mejora.

Afortunadamente si algo me quedaba de cordura en ese entonces, fue acudir al médico sin pensar que mi estado era tan grave, tanto para mí como para mis hijos, que me tuvieron que internar de urgencia en una clínica psiquiátrica y apagarme el switch. Ese fue el punto de inflexión y el punto final de los años de tortura en mi lugar de trabajo. Llegué a la clínica sin poder hablar, ni escribir, ni leer, luego dejé de sentir y de pensar, seguramente por el efecto de las 9 drogas que debía tomar para estabilizarme el ánimo.

Así comencé la lenta recuperación de una depresión mayor severa, lo que nunca había imaginado que me pudiera pasar en la vida. ¡¡¡Menos yo!!! Siempre llena de energía, optimista en los momentos difíciles y con miles de motivos para vivir gracias a la familia preciosa que tengo. Esa misma familia que me levantó de los despojos y que a punta de besos me ayudó a sanar. Porque vale decir… luego de mi internación ni el seremi y ni mi jefe, excepto una que otra colega que me llevó cigarros a la clínica, se preocupó siquiera en saber cómo me encontraba, cómo me sentía o siquiera una tarjetita de saludo típica de las relaciones públicas corporativas. Lo que me hizo sentir que cuando ya “no sirves”, o te rompes como una máquina, poco le importará al jefe y menos si nunca se quiso.

En medio de mi recuperación me entero de que viene un sumario instruido por el seremi Errázuriz, quién deja a cargo del Jefe de Administración de la seremi, Alejandro Inostroza, un funcionario que conozco hace años y al que a pesar de todas las malas opiniones que los funcionarios tienen de él y de las acusaciones de maltrato en su contra, estuve dispuesta a prestar declaración. Y caí redondita en la trampa, media inconsciente, media medicada y bastante desorientada, entregué toda la información que tenía sobre los maltratos en Comunicaciones.

No lo vi venir porque aún me cuesta reconocer la maldad en las personas, pero todas las que declaramos en ese sumario fuimos despedidas, incluso antes de que se cerrara. Así es, antes de que la investigación arrojara resultados, el seremi Manuel José Errázuriz ya había instruido que nos desvincularan de la institución por haber denunciado a Fernando Sánchez. Sin importar la enfermedad, el desempeño intachable durante todos los años de carrera funcionaria, el apoyo de la Asociación de funcionarios, la pandemia… Nada ni nadie lo pudo sacar de su empeño en finalmente lograr su cometido y es que la estrategia había resultado. Logró quebrar a un equipo entero y disponer de nuestros puestos.

Enero de 2021, cesante, con una enfermedad invalidante, con terapias carísimas, con el temor de ser internada en la clínica de Macul, de verme alejada de mis niños nuevamente, ver la cara de terror de mi esposo, no creer cómo había acabado todo. Así terminó mi paso por el MINVU, en mi peor momento, cuando pensaba que jamás mi institución me daría la espalda, que no me abandonaría a pesar de las intenciones de una autoridad de turno, que viene de paso. Que, a pesar de la política, los egoísmos, la indolencia, ganaría el sentido común, la razón y la verdad. Pero no fue así.

Fue en los tribunales donde pude encontrar la justicia y la reparación que no recibí de mi institución y aunque los responsables aún siguen en los mismos puestos, en las mismas oficinas y pasillos y con la misma gente donde viví mis mayores logros profesionales, hoy puedo respirar más tranquila, pensar que hay un futuro, que mi carrera no terminó ese 2020, que puedo comenzar de nuevo y que no descansaré hasta que les quede muy, muy claro que así no se trata a las personas, que todos merecemos respeto y justicia. Que no importan los cargos ni las posiciones de poder porque el buen trato es una cosa de humanidad, de esencia y decencia.


Marie Claire Dumont Schifferli

Periodista y Licenciada en Comunicación Social

Exfuncionaria MINVU



Comentarios

  1. Sin palabras Cler, tu relato logra transmitir ese impotencia que debiste sentir, como dices "Menos Yo"..es tan fuerte esa sensación, pero alcanzaste y tuviste la fortaleza de darte cuenta que necesitabas ayuda y la pediste!. Que injusto es que personajes de turno logren apagar a una persona que disfrutaba con su trabajo, a pesar de que te conocí poco, era claro como resaltaba tu energía y positividad. Lo bueno es que al parecer, tu historia va teniendo un final, aunque queda cierto sabor amargo al saber que los tipos siguen ahí. Pero nada es para siempre y así como ustedes se les plantaron de frente, los próximos también lo harán...saludos Cler

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  2. Estimada Marie Claire,
    Lamento profundamente lo ocurrido y no haber estado en conocimiento entonces, para prestarte ayuda en los momentos de dificultad, maltrato y abuso contra tu persona. Sólo puedo ofrecerte mi completo apoyo, solidaridad y energía como ex compañero de trabajo, y espero que obtengas justicia y paz en estos momentos difíciles, tanto personal, como familiarmente. Un fuerte abrazo y todo lo mejor para adelante.

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    1. Ya pasó lo peor Mati!!! Gracias por tus palabras de apoyo. Se siente el cariño.

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  3. Muchas gracias por tu comentario. Es difícil exponerse en un testimonio porque no quieres revivir el dolor que ya se vivió pero también a su vez las palabras liberan. Un abrazo!

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  4. María Clara, estoy profundamente conmovida por tu historia. Quizás te parezca tonto lo que te diré: pero te juro que algún día mirarás atrás y sabrás con total convicción, que fue lo mejor salir de ahí.
    Tu trabajo y logros profesionales hablan por sí solos y eso nadie te lo podrá arrebatar, ni despidiéndote ni amedrentándote. Creo que para ti vienen grandes premios de la vida. Tienes hijos maravillosos y lograste salir de la depresión a tiempo. Yo tuve que morirme para entender que nada es más importante que la vida y el tiempo personal y familiar.
    Ya estás en pie, hermosa. Pudiste lograr justicia. Ahora debes ser feliz. Lo que haces de mostrar todo por lo que pasaste ayuda mucho a otros y les da fuerza. Gracias por ser tan valiente y linda.
    Abrazos, querida. Felicitaciones por todos tus logros.

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    1. Y es así Barbarita, agradezco salir de ahí porque me pude liberar, me dolió el costo pero ya pasó. Gracias por tus palabras.

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