Campo de trigo con cuervos de Vincent Van Gogh (1890) |
¿A quién no le han dicho alguna vez “aléjate de esa persona que te hace mal”?
O como decía
mi abuelita Lucha “el camino es ancho” haciendo referencia que, así como se
cruzan las vidas de ciertas personas, también es válido y sano dejarlas pasar
de largo y seguir tu camino lo suficientemente ancho como para no sufrir por
ello.
Pero en la
práctica no resulta tal fácil y menos aun cuando los sentimientos nos apegan a
personas que, aunque nos hacen mal, las queremos, las aceptamos y más aún
dejamos que influyan en nuestro estado de ánimo ya sea conscientemente o no. Y
a quién no le ha pasado… o te enamoras, dependes emocionalmente o son tan
cercanos como para formar parte de tu núcleo familiar.
El punto es
cuánto te puede llegar a afectar esa relación, si efectivamente te exprime la
energía, logra sacar lo peor de ti, te angustia o te hace explotar. Y es que
las relaciones humanas son complejas y una montaña rusa de emociones. ¿O no?
Tema aparte
pero no menos importante para nuestra almita, son esas relaciones laborales
tóxicas situadas entre el maltrato y el abuso y que son capaces de lanzarte a
lo más profundo del hoyo, así de simple. No por nada, las enfermedades de salud
mental gatilladas por el estrés de un mal ambiente laboral figuran como la
mayor enfermedad profesional en todo el mundo y la depresión se convirtió
rápidamente en otra pandemia que ni las eminencias médicas, ni las más actuales
investigaciones han logrado dar con “el remedio” para frenar su aumento tan
alarmante.
Y no se trata de echarle la culpa a la pandemia
Si, a esta
última pandemia, la que le tocó vivir a nuestra generación. Que sin duda ha
sido complejo el panorama en salud mental, pero es solo un gatillante más, uno
poderoso, pero no el único, pensando que a las generaciones anteriores les tocó
bastante más convulsionado y vaya a saber Dios, lo que les toque a las
siguientes.
Por eso no
basta con echarle la culpa al mundo y debemos hacernos cargo HOY de nuestro
bienestar emocional y podemos partir por revisar nuestras relaciones interpersonales
y qué tan bien o tan mal nos hacen quienes nos rodean. O que tan bien o tan mal
le hacemos nosotros a quienes rodeamos. Porque siiiiiii, claro que podemos
resultar seres tóxicos y negativos para otros, aunque no lo queramos.
Entonces… ¿Cómo se rompe una relación tóxica?
Camino difícil
partiendo de la base que si nos hace mal y nos quedamos ahí es porque
evidentemente dependemos de ella, la necesitamos y no por algo bueno. Sería
algo así como una adicción, así de mala cosa y así de complicado salir, pero si
queremos estar bien, recuperar la paz, sanar aquella herida que nos perturba,
superar ese trauma que no nos deja ser felices, entonces sí, hay que armarse de
valor, soltar y tomar distancia.
Me he alejado
de muchas personas a lo largo de mi vida. Partiendo por ese pololo nefasto que
amaba con toda el alma, pero a sabiendas que nada bueno podía salir de esa
relación, así que me alejé. Me divorcié, renuncié a un par de trabajos, dejé
“amigos” y familiares. Todos y cada uno de ellos seres y ambientes que me
dañaban de alguna u otra forma. Y no es que haya optado por una vida solitaria,
alejada de la civilización y puesto una coraza alrededor de mis sentimientos.
¡Todo lo contrario!
Conservo maravillosas amistades de infancia, he cultivado hermosas relaciones adultas, tengo un matrimonio a prueba de ataques nucleares y mis relaciones laborales… mmmm aún estoy en eso. Y es que después de lo mal que lo he pasado en mis últimos trabajos con jefes bastante abusivos, la verdad es que emprender de manera independiente se me hace cada más atractivo y si vamos hacia allá, con mis clientes tengo una relación bastante horizontal, cercana, afable y eso me gusta.
Sin duda, romper con la familia es lo más doloroso
Y es que
estamos educados para amar a la familia por sobre todas las cosas y esa
enseñanza se nos machacó desde bastante pequeños. Por sobre todas las cosas…
¡¡¡claro que no!!! Jamás de los jamaces amar a pesar de los abusos y los maltratos.
Las relaciones familiares son las principales generadoras de traumas y dolores
que nos acompañan en cada paso de nuestra vida y no es llegar y perdonar así
nada más. Muchas veces hay que trabajar heridas profundas, algunas tan
difíciles de sanar que se deben aceptar como compañeras por siempre, sacar los
trapitos sucios (esos que ninguna familia quiere reconocer) y sacudir el árbol
genealógico, aunque pobre del que se atreva porque sin duda será tildado de
conflictivo.
¿No será más fácil perdonar y ya?
Dicen que el
perdón libera y sana pero no lo sé. Me parece que no se trata de apretar un
botón en el alma o pedir perdón como lo hace un niño pequeño después de una
travesura o perdonar como la mamá que sabe que en 5 minutos más su niño hará la
misma embarrada otra vez. No me ha resultado tan fácil perdonar sin ver
siquiera un mínimo de conciencia de la herida provocada, así que puedo soltar
el dolor solo al alejarme.
También he
perdonado de corazón y unas bastantes graves, pude hacerlo cuando comprendí lo
voluble de nuestra conciencia que nos lleva a equivocarnos con muchísima
facilidad así que ni por si acaso me atrevo a juzgar, y también vi un verdadero
arrepentimiento y dolor compartido conmigo así que si… pude soltar todo rencor
rapidito, aunque con una antena de alerta extra.
Así sigo mi
camino y procuro que sea lo bastante ancho haciéndole caso a la sabiduría de mi
abuela Lucha, me encarta adornarlo con almas claras que me hacen bien, me
quedo, las contemplo, las amo, las cuido, comparto con ellas y les doy lo mejor
de mí. De lo contrario, me alejo lo más rápido posible y sigo mi camino sin
mirar atrás.
Maravillosa reflexion!! Totalmente de acuerdo❤
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